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Como otras experiencias, la música se incorpora día a día en nuestras vidas, incluso aunque haya gente que asegure no le guste. Especialmente si se viaja en transporte público o se vive en una colonia popular donde el rango de la potencia de las bocinas de los vecinos atraviesa nuestro hogar. En mi infancia, mis tíos (que vivían en frente de la casa de mi abuela y detrás de la casa de mi padre) ponían todo el tiempo “Los Temerarios”; me daba tanta tristeza que nunca me gustaron. Si caminaba por toda la colonia donde crecí, en la medida en que atravesaba calles y subía el cerro, se destapaba una especie de rocola-archivo: rancheras, salsa, grupera, cumbia, boleros, tropical[1] y a veces rock and roll en español. Seguramente todas las canciones que escuché de niña influyeron, de alguna manera en lo que ahora escucho. La música en mi familia la tengo ubicada en la siguiente taxonomía: 1) El taller de mi papá con sus decenas de casetes acomodados junto a su grabadora, mi papá de pie tejiendo en su telar tarareando alguna canción: desde Captain Beefheart hasta Tchaicovski o Lucha Reyes 2) Mi abuelo con sus discos de danzón y boleros, mi favorito el de Los Panchos con Eydie Gorme y 3) Mi mamá despertándome todas las mañanas para ir a la escuela al ritmo de Barry White, Donna Summer, Alejandro Sanz o Miguel Bosé, mientras me preparaba un jugo de naranja con huevo.

El Internet fue un espacio importante para conocer la música de mi adolescencia: pasé de mis casetes de los Backstreet Boys y Onda Vaselina a buscar propuestas menos conocidas, aunque no por eso mejores musicalmente, en una especie de comunidad virtual obsesionada con lo desconocido: ahí escuché a Niña, Austin TV, Vainilla, Las Ultrasonicas y Los Dynamite. Recuerdo que un amigo se dedicaba a hacer compilados MP3 en CD’s y yo los escuchaba en mi discman. Debo confesar que tuve una época en que me gustaba mucho el ska mexicano y el happy punk, y que me avergüenzo pues estaba muy obsesionada. Ya más adulta compartí la experiencia musical con la gente que me rodeaba, amigas y amigos influyeron en algunas bandas que aún me siguen gustando; Los podcast y programas de radio[2] también me han regalado el conocer a algunas propuestas musicales y algo muy raro para mí, pero habitual en las generaciones acostumbradas a escuchar música a través de plataformas digitales: las recomendaciones de grupos similares; los algoritmos que te conectan con música que no pensabas que existiera pero que intuyen que te podría gustar.

Mi papá se sigue sorprendiendo que no tenga grabadora, ni bocinas, y que dependa de mi computadora, mi celular y el internet para escuchar la música que me gusta. Como la música es una sorpresa, y hace que surjan en cada persona variedad de emociones y reacciones, les comparto una lista (de cientos que puede haber) de 10 canciones de ayer y hoy-del archivo de mi historia. Para escucharlas, sólo tienen que dar click en el nombre de cada canción. Sigamos acompañándonos de la música y hagamos el ejercicio de hilar con ella nuestras historias y las historias de la gente que nos acompaña(ó).

1._La Fiestera- Banda Filarmónica de Santiago Zacatepec, Mixe

2._Piel Canela- Los Panchos y Eydie Gorme

3._Bongo Bong-Manu Chao

4._Sereno-Miguel Bosé (Soledad <3)

5._Baltimore- Nina Simone

6._Descocada-Las Ultrasonicas

7._Leaf House-Animal Collective

8._Zero-Liniker

9._Fist of Fury- Kamasi Washington

10._Y Ahora-Mula

[1] Lo que entiendo como música tropical es la música que mis tías ponían en sus fiestas de cumpleaños. Música que especialmente se escucha en la costa y la parte del istmo de Tehuantepec en Oaxaca. Una mezcla de merengue, chilenas, marimba, chicho ché y algunos arreglos de sones.

[2] http://radio.garden/