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Texto: Carolina López

“A todos los buscamos construir nuevas formas de afectos”

Estos días seguramente nos han sido difíciles o complicados, tras la experiencia de sentirnos bajo encierro y romper con nuestra cotidianidad. Pero he reflexionado en que también nos hemos dado la oportunidad de sentir, y reconocer el mar de emociones que inunda nuestros cuerpos. Hemos reinventado nuevas formas de organizar nuestros espacios para trabajar, mostrar nuestros afectos y comunicarnos. Cosas que quizá ya habíamos hecho propias con anterioridad, pero que ahora son usadas con mucha mayor frecuencia. ¡Sí! Me refiero al uso de la tecnología. Hoy en día, tras la crisis mundial que atravesamos, la mayoría de nosotras ha utilizado como mayor herramienta la tecnología para estar en contacto con sus amigos, parejas, familiares y cercanos.

Tras el uso de este medio han rondado en mi cabeza estas preguntas: ¿Cómo es que comparto mis afectos? ¿De qué manera expreso a los y las otras mis sentimientos y preocupación por ellos? ¿Cuál es la manera y las formas de escucharlos? Nos vemos atravesados por una pantalla que limita el contacto físico, en el caso de los que podemos estar comunicados por ese medio, porque seguro habrá quienes no tengan estos recursos para hacerlo.

Reflexionando y dando respuestas a mis preguntas, me di a la tarea de hacer una pequeña introspección y mirar las formas en las que he compartido y colectivizo mis afectos con mis compañeras de trabajo y la población con la cual he colaborado: adultos mayores, niñas, niños y jóvenes. Es importante mencionar que no paso la mayoría del tiempo con ellos, ya que nuestros encuentros son solo de cuatro a cinco horas aproximadamente, pero mi experiencia en OLAKAC, ha reforzado mi sentido de empatía. A continuación detallo mi auto-análisis.

Con mis compañeras de trabajo, al escucharnos y compartir sobre nuestras necesidades, problemáticas, pérdidas o situaciones de vida. Al dividir nuestras tareas laborales procurando ser equitativas, sentirnos acompañadas durante el recorrido a nuestros  hogares, y ocupar espacios dentro de los huertos y las calles. Y por supuesto aprendiendo  de sus experiencias, respecto a los cuidados y mantenimiento de los huertos y de las historias de su vida. Por otro lado, desde la distancia he recibido muestras de afecto y cariño a través de cartas (tarjetas), que han alegrado mis días.

En cuanto a los grupos con los cuales trabajo adultos mayores y menores, por medio de una escucha activa. ¡Sí! Ellos tienen mucho que compartir. Con cotidianidad a los abuelitos y abuelitas les preguntamos sobre las actividades que realizaron durante la semana. De la misma manera ellos a mí e incluso llegamos a compartir una tarde de comida y ensalada o ellos comparten algún alimento (frutas o galletas) y sobre algunos pesares que los tienen preocupados. Con los niños que visitan las casas de estos adultos, los afectos se trasforman en risas, diálogos y muestras de cariño. Todo esto acompañado de un abrazo, una risa o palabras de ¿cómo estás?, cuídate y un nos vemos pronto.

Y bueno después de haber analizado cómo y de qué manera comparto mis afectos. Me doy cuenta que sin duda me es muy grato sentirme acompañada, compartir experiencias y aprender de cada una de ellas. Y así generar conciencia de lo importante que es para mí y los otros,  mostrar gestos de afectos y generar nuevas formas de expresarlas. Por ello mis estimados lectores les invito a hacer consciencia del impacto que generamos cuando decidimos compartir nuestros afectos.