Texto: Carolina López
El pensar en la vejez y el cuidado implica imaginar ¿qué limitaciones tendremos?, ¿cómo las viviremos? y preguntarnos ¿quién cuidará de nosotros/tras cuando lleguemos a viejos? Al envejecer podemos enfrentarnos a alguna enfermedad o discapacidad, y pasaremos a ser parte de una población vulnerable poco activa física, psicológica y económicamente. Aunado a esto se presentarán otras problemáticas externas en donde los que podrían ser nuestros principales cuidadores como la familia o cercanos se concentrarán en actividades que dificultarán y limitarán el cuidado.
En este texto se dan a conocer algunas de las circunstancias a las que se enfrentan los cuidadores de adultos mayores. Ser cuidador de una persona de la tercera edad implica cambios profundos en la organización de la vida cotidiana y en la dinámica familiar, que traen efectos positivos y negativos; además se acompañan de otros factores como los materiales, afectivos, económicos, culturales, de la historia familiar y de la composición de los hogares (Montes de Oca y Hebrero, 2006 citado en Concepción et al. 2011).
Las dificultades que se presentan al ser cuidador de un adulto mayor estarán determinadas por sus necesidades, es decir por el tipo de enfermedad que atraviesen, el grado de dependencia física y económica, la percepción de sus padecimientos y la tensión y crisis a la que se enfrenten. De acuerdo a Camdessus (1991 citado en Concepción et al, 2011), existen dos tipos de vivir estas crisis: la primera se presenta de forma progresiva, ya que puede durar varios años, lo cual permite tanto a los adultos mayores, como a las familias cierta adaptación, pero también un mayor agotamiento, la segunda es aquella que se presenta de manera súbita y que muchas veces no dura tanto tiempo debido al fallecimiento del adulto mayor.
Se han preguntado ¿en quién recae el cuidado de los adultos mayores? Montes de Oca hace mención que mayoritariamente este se lleva a cabo por mujeres, aunque cada vez hay más hombres que se involucran en los cuidados. Tradicionalmente son las mujeres las que se han encargado del cuidado de lo doméstico y por ende ocupan el rol de cuidadoras. Ser cuidador de un adulto mayor con discapacidad y deterioro provoca una situación de estrés que repercute en su bienestar físico (cansancio, fatiga), psicológico (depresión, ira, hostilidad) y social (disminución del tiempo de recreación y descanso, aislamiento) [Concepción et al, 2011, p. 56].
Es importante mencionar que además se comparten algunos sentimientos en donde las afectaciones emocionales que reflejan los adultos mayores son compartidas con sus cuidadores, dado que ambos se encuentran envueltos en la misma dinámica. La experiencia de cuidar a un adulto mayor es una realidad que se vive en la vida cotidiana que involucra emociones, un vínculo afectivo y sentimental entre el que otorga y recibe el cuidado (Aguirre, 2008 como se cita en Concepción et al, 2011). A quienes nos hemos encargado de manera directa o indirecta del cuidado de nuestros abuelos, padres o algún familiar, quizá les haga sentido esto y la responsabilidad que implica procurar y estar atento del otro, más aún reconocer que de un momento a otro ellos pierden funcionalidad y se siente como una carga para la familia.
Para cerrar con este texto es importante mencionar que el cuidado se encuentra dentro de uno de los derechos humanos universales, sin embargo en México, el caso del cuidado en la vejez está poco definido ya que cuando se hace mención de instituciones que se responsabilicen o que otorguen cuidado a quienes presentan esta condición son pocas las instituciones de tipo civil, públicas y privadas que atiendan casos de adultos mayores con ciertos grados de discapacidad o enfermedad, lo cual hace que el cuidado quede a cargo de la familia, quien de manera universal deberá hacerse cargo de las demandas y del cuidado de los miembros que lo requieran (INAPAM, 2002).
En conclusión, considero que hay que reflexionar acerca de la labor del cuidador: primero, los retos a los que se enfrentan al saber que un ser cercano o querido a él se ve limitado a ser dependiente o asistido por alguien más; en segundo lo que conlleva ser responsable del otro, al brindarle en sus posibilidades una mejor calidad de vida para vivir su vejez; y tercero a pensar de que maneras son apoyados los cuidadores y a quienes recurren cuando enfrentan alguna situación de estrés o una perdida.
Bibliografía: Concepción et al., (2011). La vejez avanzada y sus cuidados. Historias, subjetividad y significados sociales. Universidad de Nuevo León. México. P.209
