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Haciendo una analogía entre el huerto y las personas, los menores de edad son las semillas y almácigos, las etapas tempranas de una planta en plenitud. Lograr un almácigo de una semilla no es tan sencillo como podría parecer. La naturaleza lo hace ver simple pues ella está en armonía con todo su contexto: cuando una planta suelta sus semillas en un ambiente silvestre y lejos de la mancha urbana, todo está conjugado para que reciba los nutrientes e hidratación necesaria para brotar. Una semilla en un ambiente “artificial” o “creado por seres humanos” como lo es un huerto invernadero, requiere atención especial para poder germinar. Tal como es necesario mantener una humedad correcta, germinarla en un sustrato adecuado y tener una temperatura ambiente y luz solar necesarias, así con los niños y niñas es vital brindarles la atención y cuidados necesarios desde pequeños para que todo su cuerpo físico, su mente y su espíritu se desarrollen completa y saludablemente.

Diferentes estudios (1) han encontrado y confirmado que el estrés constante ocasionado por la necesidad de supervivencia y defensa en un ambiente hostil tiene un impacto particularmente negativo en los menores de edad y su cerebro, que aún no se encuentra completamente formado. Como se puede leer y/o ver en las referencias al final de esta nota, las diferentes secciones de la masa gris truncan o deforman su desarrollo regular, al estar operando continuamente en “estado de emergencia”. En una existencia balanceada, la reacción “de lucha o huida”, también llamado “modo supervivencia”, entra en acción únicamente cuando enfrentamos un peligro ocasional. En un menor de edad que tiene una vida familiar armoniosa y que recibe los estímulos emocionales y sensoriales necesarios para su correcto desarrollo, este reflejo entraría en acción como ejemplo si se encontrase frente a un perro que le mostrara los dientes, o si de pronto perdiera el control de su bicicleta y estuviera por caer y lastimarse. En estos momentos, las glándulas suprarrenales sueltan adrenalina y envían la señal al cerebro para decidir si correr o enfrentarse al peligro en cuestión. Para una niña o niño que vive en un ambiente hostil donde se le maltrata física y/o verbalmente y se le priva de estímulos positivos sensoriales y emocionales, además de una alimentación balanceada, este estado es la constante. No existe un balance de calma, reposo o armonía, pues constantemente teme por su bienestar y supervivencia, por lo que su desarrollo se trunca y lógicamente impactará negativamente en su edad joven y adulta. Esta es una de las razones por las que los centros de atención a menores de edad que han sufrido abandono, maltrato físico, abuso verbal o abuso sexual, buscan equiparse con personal capacitado para atender las necesidades específicas de esta población. Ésta última está en un mayor riesgo de padecer problemas sociales, neurológicos y hasta de salud.

Sabemos que en todo el mundo y en México, el número de niños y niñas maltratadas y abusadas es desagradablemente alto. Pero también se han estudiado y documentado formas en las que cada uno de nosotros, si nos encontramos ante uno de estos menores, podemos apoyarlos o, al menos, no representar una amenaza para ellos. Esto lo considero importante pues, como los almácigos que se vuelven plantas alimenticias, del correcto desarrollo de estos niños y niñas depende parte del tejido social adulto en los próximos años, e incidirá directamente en el nivel de violencia poblacional.

La Academia de Trauma Infantil (Child Trauma Academy) enlista nueve puntos en su manual para cuidadores. El documento se encuentra aquí en inglés en su página; a continuación enlisto en español los nueve puntos resumidos, con la finalidad de acercar este material a nuestras lectoras y brindarles herramientas útiles para su labor y cuidado de menores que han sufrido abuso. El punto 10. es mi comentario.

  1. No tenga miedo de hablar del evento traumático – no presione al menor a hablar, pero tampoco evada el tema si él o ella lo saca; escúchelo con atención y paciencia y ofrezca su apoyo.
  2. Provea un patrón o rutina consistente y predecible para el día. Es muy importante para el niño o niña sentir que su(s) cuidador(es) están en control de la situación – la rutina brinda estabilidad y seguridad.
  3. Sea cariñoso, afectivo y reconfortante pero asegúrese de que suceda en el contexto apropiado. Para un niño que ha sido abusado sexualmente, la intimidad es confusa, dolorosa y temible. Una buena regla general es ser cariñoso(a) cuando el menor sea quien busque el afecto. No interrumpa el juego o la actividad libre del niño “agarrándolo” o deteniéndolo físicamente.
  4. Dialogue con el menor sus expectativas de comportamiento y su estilo de “disciplina”. Sea claro y congruente con las reglas y las consecuencias de romperlas. Sea consistente.
  5. Platique con el menor. Dele información apropiada para su edad (si no sabe, ¡investigue!). Entre más sepa el niño sobre cómo funciona el mundo adulto, mejor lo entenderá. Dígale siempre la verdad de la mejor manera posible. Si no sabe, diga “no sé”.
  6. Observe con cuidado las señales de recreación, evasión o hiperactividad fisiológica. Todos los niños traumatizados exhiben una combinación de los tres síntomas post-evento.
  7. Proteja al menor. No dude en detener actividades que lo alteren o regresen al trauma. Evite actividades que alteren los síntomas descritos en el punto anterior.
  8. Dele al menor la posibilidad de “elección” y cierto sentido de control. Un niño que percibe no tener control de la situación, exhibirá más síntomas. Darle opciones – incluso limitadas – cuando interactúa con un adulto le hará sentirse más seguro(a). En asuntos de obediencia, ofrezca la consecuencia como opción: “puedes elegir realizar la tarea, o elegir…”
  9. Si tiene preguntas, ¡Pida ayuda! Todas las guías escritas (incluso ésta) solo pueden brindar orientación general. Entre más se informe y más comprenda al menor de edad, mejor será el apoyo y ayuda que le pueda brindar.
  10. Lea, infórmese, investigue, interésese en las formas comprobadas para ayudar a menores que han sufrido abuso. Usted puede contribuir con su “granito de arena” en el bienestar de todos los seres que le rodean y eso, en turno, le brindará un mejor entorno de vida.

“Ama y haz a otros como a ti mismo(a).”

(1) Secuelas neurológicas del maltrato infantil – Revisión bibliográfica (lectura)

En Breve: La Ciencia de la Negligencia – Center on the Developing Child, Harvard University (lectura)

How trauma affects the developing brain – SAFE Austin, TX  (video)

Association of a History of Child Abuse with Impaired Myelination in the Anterior Cingular Cortex: Convergent Epigenetic, Transcriptional and Morphological Evidence – The American Journal of Psychiatry (lectura)