¿Qué sabemos nosotros de los lazos que unen a estos gatos que ahora mismo se atusan mutuamente con largos lengüetazos rosados?[1]
Los gatos fueron y son animales perfectos, según la genetista evolutiva Eva-Maria Geigl, ya que por sus características físicas y comportamientos sociales, los antiguos humanos no tuvieron que someterlos a procesos de adaptación o domesticación. Agrego, si acaso la humanización del gato se dio en otro siglo y en otro contexto.
Los ancestros de los gatos domésticos actuales se extendieron desde el suroeste asiático hacia Europa en el 4.400 a.C. Lo más probable es que los gatos empezasen a vivir en torno a comunidades agrícolas en el Creciente Fértil hace unos 8.000 años, donde establecieron una relación de beneficio mutuo como patrulla antirroedores para los humanos.[2]
En el libro “Lo que aprendemos de los gatos”, la escritora Paloma Díaz comparte la historia de cómo los gatos domesticaron a los humanos, relato que ella asegura, todavía se comparte de generación en generación en algunas ciudades del norte de África. La historia narra que los gatos ambicionaban los graneros del hombre, no por los granos, sino por los ratones; si el gato lograba entrar a aquellos graneros siempre tendría comida asegurada. En ese momento no era tan fácil acercarse a los graneros de los poblados, el gato era un animal que vivía libre en el desierto, cazaba en la noche cuando el calor se despedía y de la arena surgían insectos y animales que salían a disfrutar del fresco de la noche. Como el gato es paciente, pasó mucho tiempo observando y pensando cómo sería la mejor manera de acercarse; por lo tanto un día se fue a echar entre las ramas de un sicomoro, sabía que los humanos irían en algún momento a descansar bajo la sombra de este gran árbol. Cuando eso pasó y los hombres notaron su presencia quisieron ahuyentarlo tirándole piedras, el gato se irguió firme y solo observó cómo las piedras rebotaban entre las ramas y les caían de vuelta encima de sus cabezas, los hombres se dieron por vencidos y entonces se dieron cuenta que gracias a la presencia del gato, en ese árbol podían conseguir más frutos, ya que los pájaros no se acercaban a comérselos, “de esta manera el gato empezó a domesticar al hombre, pues el primer paso para domesticar a un animal es que éste acepte la presencia de su amo sin atacarle”( Diaz-Mas, 2014). Después de volverse un ser familiar y deseado por el hombre, al gato le fue muy sencillo entrar a los graneros, gracias a su cuerpo ágil y flexible. Pero como el gato quería más y no le bastaba con tener comida asegurada y un lugar fresco durante el día, hizo que el hombre se diera cuenta que él cazaba los ratones y mantenía sus granos a salvo, dejó entonces los ratones a la vista y huellitas de sangre por el piso que lo acusaban a él como el asesino. El hombre aunque le costó trabajo, se dio cuenta que tener al gato cerca le era útil y fue la segunda alianza que hicieron. El gato quería más, pues se sabe que es un animal muy ambicioso, como las crías humanas eran los seres más queridos para los adultos, trazó un plan para conquistarlas también a ellas; así que después de días de espiar, una noche entró a la casa del hombre y se echó a dormir junto al bebé lactante, este ser también resulta preciado por las ratas por su carne blanda y su sabor a leche, así que mientras gato y bebé dormían, una rata se metió a la cuna con intenciones carnívoras, pero el gato astuto, de un movimiento la cazó y dejó su cadáver debajo de la cuna. Por la mañana cuando la mamá se acercó a su cría, vio el cadáver de una gran rata, asustada corrió a su hijo y lo descubrió abrazado al pelaje caliente y suave del gato- ha salvado a mi bebé- pensó. Desde ese día el gato entraba y salía de la casa del hombre y recibía pequeñas recompensas, que a veces comía y a veces no. El gato se acomodó en la casa de los humanos, pasó que se encariñaron con él, les daba ternura verlo echado junto al fuego, se sentían orgullosos de que mantenía limpia la casa. Él seguía cazando y respetando sus ciclos de celo, por lo tanto desaparecía, a veces por días, los hombres preocupados cambiaban su ánimo cuando lo veían regresar y lo dotaban con alimento y mimos. Cuando el gato murió, el hombre se puso triste y mandó a embalsamarlo como lo hacía con todos los seres que amaba. Así se originó pues, la primera domesticación del gato hacia el humano.
Tal vez esta historia nos resuelva el misterio de por qué, si no todas, la mayoría de las personas que tenemos gatos, nos sentimos esclavas de estos pequeños seres y les consentimos en todos sus caprichos. En otro momento, escribiré sobre la humanización del gato, que se ha dado más en occidente y en ciertos países, clases sociales y contextos muy específicos. Si bien, cada gato la vive de diferente manera, ha venido a ser para ellos una conquista sobres sus cuerpos y hábitos, un despojo de sus formas primigenias de convivencia, entre otras cosas que más adelante ahondaré.
Referencias de imágenes:
Tapiz hecho con lana y tintes naturales por Adrián Gómez
Una momia gato egipcia, fotografía de Richard Barnes, National Geographic Creative
[1] Lo que aprendemos de los gatos (2014) Paloma Díaz-Mas, Editorial Anagrama, España.
[2] Casey Smith (2018) tomado de https://www.nationalgeographic.es/animales/2017/06/los-gatos-se-domesticaron-si-mismos-segun-sugieren-nuevas-pruebas-de-adn
