Texto: Carolina López
“No es fácil ser libre: huir de la peste, organizar encuentros, aumentar la capacidad de actuación, afectarse de la alegría, multiplicar los afectos que expresan o desarrollan un máximo de afirmación.” Gilles Deleuze
“El ser humano indiscutiblemente se complementa de emociones y sentimientos que se entrelazan con la razón y el pensamiento para construir un algo, que de manera inevitable, se expande. La esencia del ser humano” (López, 2013). Esa esencia habita en el cuerpo, que considero nuestro primer territorio de conquista es decir que nadie más vive o experimenta las emociones de la misma forma o con el mismo grado de intensidad. Hablar de emociones y sentimientos en algún momento no suele ser algo sencillo, menos cuando en nuestro contexto, o en este caso hablo desde mi propia experiencia no se nos enseñó a cómo expresarlas, reconocerlas o nombrarlas. Desde que nacemos se nos asignan roles y son diferentes las expectativas sociales que se asignan a los géneros en mi caso el femenino, desde pequeña las emociones y sentimientos han tomado distintas formas y se han expresado acorde a la trasmisión de la cultura femenina compartida, de la experiencia y vivencia del primer modelo o figura femenina: en este caso mi madre. La tomo como un primer modelo ya que en mi educación escolar (primaria y secundaria) no se hablaba de emociones o sentimientos, una iba descubriendo y experimentando el miedo, la alegría, la tristeza, la ira, y el enojo de formas distintas, tampoco recuerdo que nos preguntaran ¿Cómo estas hoy? o ¿Cómo te sientes?, ahora es mucho más habitual preguntarlo a diario, ¡quizá eso tiene un sentido! ya que las emociones y sentimientos nos sirven para generar afectos que se van adaptando y ajustando al entorno social.
Comento esto dado que desde la construcción de género en algún momento se nos limitó a expresar las emociones o se nos privaba dado que en la historia de las mujeres, la voz, el pensamiento y experiencia de vida quedó segregado en el espacio de lo privado, pero que gracias a diferentes luchas, ahora gozamos de la libertad de expresarlas y vivirlas de formas distintas. Digamos que se ha dado cabida a la educación de los afectos ya sea de manera colectiva o individual, y ahora tenemos herramientas distintas (como textos, libros y hasta videos de YouTube) que nos permiten conocer qué es sentir y poder nombrar y reconocer las emociones. Casi siempre estamos sintiendo, por el ritmo de vida que la mayoría de nosotros llevamos no damos espacio, o ponemos poca atención a lo que sentimos. Desde la mirada de la psicología las emociones y sentimientos son parte de nuestro equipo biológico, y tienen distintas finalidades, algunas en función de la sobrevivencia y otras más en función del desarrollo, cumplen una labor importante ya que nos invitan a reconocer cómo estamos viviendo nuestro entorno en lo individual, nos permiten identificar en qué espacios nos sentimos bien, tranquilos, amenazados o atraídos, cuales son las cosas que nos motivan, nos mueven y nos ayudan a sentirnos en un estado placentero y nos comunican lo que realmente nos importa.[1] Como les mencionaba al inicio del texto el cuerpo nos ayuda a identificar tanto emociones y sentimientos, positivos como negativos y sin duda son de gran apoyo dado que nos permiten socializar y reconocer lo que nos hace bien y lo que nos hace mal, y es importante darnos un espacio para reflexionar, reconocer y nombrar lo que nuestro cuerpo nos dice, cuando estamos solos, cuando estamos acompañados y cuando socializamos con los demás. Ahora que estamos viviendo tiempos complicados considero importante generar una introversión interna que nos permita preguntarnos sobre las emociones y sentimientos que hemos presentado y tomar eso como una oportunidad de vivir y experimentar de manera atenta lo que estamos sintiendo, y darnos cuenta de que sucede cuando estamos alegres y felices, enojados o tristes, con rabia o ira, con agrado o desagrado. Hagamos de esas emociones nuevas posibilidades de hacer y generar afectos para uno y los otros.
[1] Eugenia, M (2012). Una hipótesis humanista sobre la emoción. Cuadernillos de difusión sobre el desarrollo Humano. México. Pág.33
