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Texto: Carolina López

En un post anterior ya se comentó a grandes rasgos sobre los talleres online que se realizaron durante el verano (julio-agosto), con los menores de edad que asistían antes de la pandemia a los encuentros GLIA. Para este texto, decidí hablarles sobre el papel que juegan las emociones en el proceso de enseñanza de estos talleres que creamos.

Siendo el contexto actual (2020) un reto emocional de grandes proporciones, era imperativo considerarlo dentro de los talleres para brindarles a los menores un espacio de liberación. Para incluir a las emociones dentro de nuestras dinámicas de trabajo, se generó un espacio terapéutico en donde los beneficiaros nos compartieron durante las actividades sus emociones y sentimientos durante estos meses de permanecer en casa. Para facilitar la expresión, recurrimos a herramientas artísticas como el collage y el canto. A través del “Taller de collage: retratos de una pandemia”, representaron las emociones que habían vivido por medio de imágenes y diferentes recortes. Por otro lado, en el taller “El poder del canto” los menores generaron un espacio en donde identificaron que la música en ocasiones se vincula con sus diferentes estados de ánimo. Algunos crearon canciones cortas en donde invitaban a sus compañeros a lavarse las manos y a usar el cubrebocas para protegerse del COVID, otros rapearon para expresar cómo se sentían y hubo quienes decidieron cantar una de sus canciones favoritas en grupo para sentirse bien.

Otro de los talleres en donde se trabajó con las emociones fue el taller de “Autoestima y habilidades para la vida cotidiana”, en el cual los menores identificaron que nadie puede vivir las emociones con la misma intensidad, y lo importante que es reconocerse a sí mismos y nombrar lo que sienten en su día a día.

A partir del trabajo que se realizó con estos talleres, considero importante incluir a las emociones y sentimientos en el proceso de enseñanza, dado que estas nos permiten generar una reflexión colectiva e individual de las vivencias y sentires de los asistentes. Ésto los motiva a compartir no sólo con sus compañeros del taller, si no con otras personas como tutores, amigos o cercanos sobre lo que les acontece en su día a día.

Para nosotras como talleristas también es de gran ayuda incluir el tema de las emociones en cada una de nuestras actividades. Consideramos un espacio antes de dar inicio al taller, donde los menores hablan sobre sus sentimientos y emociones de días pasados, el cual nos permite conocer y validar las emociones de los presentes y generar un espacio de escucha y confianza que influye en la interacción y dinámica de trabajo del grupo. Además de manera indirecta invita a los demás compañeros a compartir sus emociones en otros espacios y a tomar algunos ejemplos para hacer frente a las situaciones adversas que se presenten en su vida cotidiana.

Rodríguez (2016), comenta que las emociones representan junto a los procesos cognitivos un factor determinante en la adquisición del conocimiento, haciendo que la experiencia de aprendizaje sea agradable para los estudiantes y significativo. Asimismo, ella señala que los procesos emocionales deben ser considerados en el campo educativo, dado que no solamente ocurren en lo individual, sino que también forman parte de la interacción social. En conclusión, considero que la educación emocional se debe incluir en el proceso educativo de forma continua y permanente, para dar paso y potenciar el desarrollo emocional como un complemento indispensable para el desarrollo cognitivo y así dar paso a un desarrollo personal integral.

Por ello en OLAKAC consideramos importante trabajar en la salud emocional de los menores y adolescentes con los que convivimos con la finalidad de que durante su experiencia de vida vayan construyendo nuevas herramientas que les permitan relacionarse con otras personas de manera saludable.