Para Marisol y Soledad:
Para que sigamos tejiendo nuestra historia.
Tengo una abuela que no conocí. Es decir, la fui a visitar un par de veces en mi adolescencia, después murió. Cada historia familiar es compleja, y así se tejió la mía. Digo que no conocí a mi abuela porque no compartí mucho con ella, no supe su historia, no pudimos abrazarnos, comer juntas ni platicar lo suficiente, primero porque mi mamá y yo nos enteramos tarde de su existencia, segundo porque era sorda. Pero de los encuentros que tuvimos recuerdo el solar de su casa lleno de árboles frutales, hierbas comestibles, un gallinero y un fogón y una olla grande llena de nixtamal. Ella se dedicaba a hacer tortillas y venderlas entre los vecinos y en la central de abastos. Gabina es mi tercera abuela y tengo carencia de sus relatos y de su pasado, de cómo su historia se enlazó en la mía.
Carlota es mi primera abuela, lo digo porque por muchos años fue como mi mamá. Vivimos juntas y también recuerdo su pequeño jardín con cafetos que muchas veces cosechamos, tostamos sus granos y después molidos terminamos tomando café en la mesa (yo siempre con galletas “María” o de “animalitos”); su árbol de cepillos rojos (Callistemon citrinus); sus geranios y malvones; su té limón (Cymbopogon), epazote, floripondios y granadas. Siempre jugaba con mis muñecos a que explorábamos una selva inmensa, así de grande veía su jardín, después crecí y me di cuenta que incluso era pequeño. Pero así la quería. También me amaqué muchas veces con ella y me compraron una pequeña mecedora de madera para que la acompañara a ver sus telenovelas. Varias veces fuimos a Veracruz a ver a su única hermana: Carmen. Tengo una foto con ellas posando enfrente del malecón. Fue otro primer amor materno y me dolía mucho el corazón cada vez que la veía llorar. Hace poco me enteré que tomaba Valium.
Mi segunda abuela es la mamá de mi papá. Ella me hacía vestidos y honestamente no tengo tantos recuerdos de ella, hasta mi infancia más avanzada y adolescencia. La recuerdo eso sí, independiente y muy andariega. Cocinaba perfecto, era de un pueblo hermoso en la montaña de la Sierra Sur de Oaxaca. Me gusta ver sus fotos porque siempre tiene un semblante fuerte. Mi abuela era una persona muy querida por mucha gente, tenía muchas amigas, conocidas, comadres, compadres, la iban a visitar y ella visitaba, incluso ya muy viejita salía a ver a sus vecinas. A veces no sabía qué hablar con ella, su vida me parecía fascinante pero creo que no había mucha conexión entre nosotras. Creo que nos faltó interactuar más desde el principio. Tuvo once hijos y ahora viven ocho, me regaló muchas tías y tíos muy queridos. Murió durmiendo y hoy cumpliría 99 años.
Ahora no me queda ninguna abuela viva. Sólo los recuerdos y muchas preguntas. ¿Cuántas historias quedan sin escucharse? ¿Cómo nos seguimos vinculando con las mujeres de nuestra familia que ya no están? ¿Cómo han incidido sus historias en las nuestras? ¿Cómo seguir hilándolas con las mujeres que siguen?
Ya no tengo abuelas vivas, pero sí muchas amigas de la tercera edad, y creo que conocerlas y quererlas influyó mucho al interés de hoy mirar hacia atrás, hacia mis ancestras, para seguir configurando todo lo que soy.
