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Texto: Ana T. Peña

Francisco es un adulto mayor, quizá esté próximo a los 90 años, tiene unos ojos verdes esmeralda
y una piel blanca pero sonrojada. En su rostro se observa el vello facial que suele cortar con unas
tijeras a plena luz del día. Si lo miras completamente, podrás notar sus piernas afectadas por los
grandes pasos que ha dado. Podría describirlo como todo un cliché de antropólogo, desgarbado,
portando un morral y bolsas ecológicas, con un diario de campo, una pluma y un sombrero tipo
Indiana Jones.
Francisco anduvo por el mundo, viajando. Nunca se casó ni tuvo hijos, y sobre amores no
hablamos. La verdad es que me fascinaba verlo cuando escribía sus memorias, sus anotaciones
sobre plantas medicinales y todo lo que le parecía interesante. Como buen antropólogo, es
realmente un observador consagrado interesado por hacer preguntas, por obtener respuestas, por
la investigación, por las plantas, por la cultura, por la gente, por la vida. En más de una ocasión me
pidió buscarle información en internet y en más de una ocasión por supuesto lo hice.
Fue discípulo de los más grandes de la antropología. Tomó clases en la ibero y en la ENAH, de la
mano de Ángel Palerm. Conoció culturas de muchas latitudes y eso le permitió saber qué plantas
podían comerse y qué plantas no. Así, lo veías arrancando hierba y comiéndola, lo cual era no solo
desagradable sino peligroso para ojos de sus compañeros de la casa de reposo en donde lo conocí.
Los años no pasan en vano y la memoria de Francisco falla cada día más, pocas veces recordaba mi
nombre y tenía que hacer un esfuerzo cerrando los ojos para acordarse de los autores como
Margaret Mead y su investigación en Samoa, pero con todo y eso, recordaba ¡Es un privilegio
compartir con Francisco!
Ahora Francisco está en un asilo 24 horas pues él acepta que necesita cada vez más ayuda. Con
miedo pero también con encanto me reconozco en él. Una persona solitaria, que muchas veces no
es entendida por el círculo social “más común” y entrecomillo común. Un viajero, un culto, un
interesado y también un hombre con aire de sabiondo. Francisco modeló su vida y consagró su
objetivo a su pasión, la antropología, y eso muchas veces te vuelve un viejo sabio solitario. Una
vieja sabia solitaria que espero ser también.