Releyendo el texto de Coral “Sueños, deseos y pandemias” después de reflexionar sobre los propios recuerdos de mis más recientes aventuras en el onírico, pongo atención al último párrafo, en el que ella nos invita a revisar nuestros sueños en esta época donde al parecer todas las emociones revolotean juntas como polillas sobre el farol encendido dentro de nuestro tórax.
Regresa el insomnio y con él las noches de lectura y escritura, aunque moderada para cuidar la salud ocular. La neurosis, el estrés y la depresión ya son padecimientos de la mayoría de la población mundial, que casi diariamente se discuten en los medios audiovisuales modernos. La muerte, la enfermedad y la crisis están en primera fila y diariamente presentes en nuestra vida actual. Toda esta información es absorbida y procesada por nuestra mente, y aquello que no se resuelve se envía al vagón del inconsciente. Así que ahora que no me da sueño es cuando escribo acerca de cuando podía dormir y podía soñar.
Recién he tenido dos sueños “hiper-realistas”, semi-lúcidos, en los que parezco estar sumergida como si fuera mi cotidianeidad hasta que algo me da la pista de que esta no es la realidad “verdadera”, o la espacio-temporalidad 2020 para ser más precisa. En el primero, veo mi hermana en su versión de niña y a su mejor amiga de la infancia (1980’s) con la que perdimos contacto hace más de 30 años. Cuando les pregunto qué hacen, se tornan burlonas y comienzan a molestarme, sin motivo aparente y fuera de carácter (ambas eran tímidas). Fin del primer sueño. En el segundo, me encuentro en una bonita casa, tomando algo de un vaso y viendo llegar gente que me conoce de diferentes momentos de vida a una fiesta que ahí se llevará a cabo. Me sorprende que estén en la misma reunión pero continúo pasándola bien. Realmente estoy ahí sentada disfrutando un vaso de agua mineral con poco hielo, viendo cómo llega la gente y se va volviendo un coloquio. De pronto veo la cara sonriente de mi abuelita que me saluda y se me acerca. Puedo sentir la alegría en mi corazón, pero su cara jovial y aún llena de vida me da la pista definitiva de que no es realmente la ella actual. Le digo que me espere y me dirijo hacia el baño de la casa en donde se supone que estoy, cierro la puerta, me veo al espejo y me digo: “estoy en un sueño”.
Los sueños se pueden interpretar de muchas formas: proyecciones del in- (o sub-) consciente, mensajes de otras dimensiones o procesos naturales del cerebro. Depende del soñador(a) y del contenido del sueño. Lo interesante es que venga de donde venga, las imágenes o relatos que soñamos sí pueden influir en nuestra realidad si decidimos poner atención y tomar acción sobre los mensajes que nos envíen.
En las treinta y tantas semanas que hemos vivido en encierro y semi-encierro después de que en este continente sonaron la alarma de pandemia en marzo, los sueños también manifiestan los anhelos primitivos de socialización propios de nuestra especie, pero esa misma limitante aunada al bajón de velocidad al ritmo de vida seguramente incrementó la sensibilidad de los neuro-receptores a las señales o frecuencias (u ondas de pensamiento) que nos andan enviando por ahí.
Decidí tomar acción y buscar a nuestra amiga de la infancia. Cuando la localicé, le conté que la había soñado días atrás y que me sorprendió tanto el “brinco al pasado” que por eso la busqué. Para mi sorpresa, me comentó que unos días antes, ella y su mamá se había acordado de nosotras y se preguntaban sobre nuestro paradero actual. En un momento en el que como personas no podemos acercarnos unas a otras, los sueños nos acercaron a través del tiempo y la tecnología. Señal recibida, acción tomada. Sueños, deseos y pandemias en una realidad que nos sigue retando y sorprendiendo.
— Crédito de la imagen de portada (picture credit): Remedios Varo (1908 – 1963) «MICROCOSMOS (DETERMINISMO)», Tempera sobre Masonite, Pintado en 1959